Crónicas inevitables

Thursday, June 22, 2006

Entre Tevatrón, enseres, partículas y aplausos...



De "buena cabeza" le salió a doña Gloria Piña su hijo Enrique M ontiel. También de buenos pies...

Pedro Díaz G.

“Nomás me agarraba mis productos, los apretaba bien duro bajo el brazo, y cargándolos me la pasaba el día enterito, de aquí para allá: enseres domésticos, vendí, toda mi vida. De puerta en puerta, joven, desde que, hace 27 años, enviudé; de puerta en puerta...”



A brincos el camino

Es de verdadero rechazo el reclamo, entre jadeos: Uuuuy, ¡así serán buenos!... grita venerable anciana de trote impar cuando observa, no muy cómodos, a decenas de reporteros trepados en tres periqueras sorteando, a veces a brincos, entre motos, bicis, corredores, el camino.

Se va quedando la dama, que nos silba.

La rebasan los líderes parte primero el contingente femenil al cruce de Churubusco con Avena: toma el pelotón entero, en principio, un ritmo vertiginoso, sólo un truco de los que marchan adelante.

Pero había que aligerar confesará al cruzar la meta Enrique Montiel, pues me di cuenta de que tanto el keniano Boaz Kimaiyo como Graciano González habían salido como conejos . Entonces pensé, no, que se vayan, que se cansen ellos... Y aflojé el paso.

De todo se viste esta mañana que inició en agitada penumbra, una luna de sonrisa diminuta, y muchas nubes, apreciable el frío: de cláxones porras y cornetas apostadas en las calles, tamales, conchas y café. Salen de sus casas los curiosos, abrigados; niños con carteles, madres dotan de agua a corredores, hermanas que echan gritos. Y los atletas, paso a paso: sumergidos en cada exhalación, en cada porra. En sus propias, internas ovaciones.



¿...?



Enfocado al estudio experimental de partículas elementales, Enrique Montiel da clases en la Iberoamericana de Puebla: es físico matemático con maestría en la Universidad de Bayamón, en Puerto Rico. Participó apenas en un proyecto del Fermi National Accelerator LaboratoryFermilab , llamado así en honor al físico Enrico Fermi), localizado cerca de Chicago. Estudió las colisiones hadron-nucleón de muy alta energía producidas en las líneas de blanco fijo en el complejo acelerador más potente del mundo: el Tevatrón . La ciencia y tecnología básica generada en esta área tiene su utilidad en el desarrollo de instrumentación más directa en la física médica, o sea, en la elaboración de equipos y aparatos para el estudio, análisis y diagnóstico médico, así como los estudios radiológicos. (

Poco que ver con el competidor que va aquí al lado: el keniano Eliud Keiring; poco que ver con esta masa que sigue a los punteros, al dar la vuelta en Insurgentes-Churubusco, y se baña unos minutos de, qué bueno, escasísimo sol, que no les funde. Quizá vaya pensando Montiel la solución: ¿por qué cualquier cosa tiene masa? Los físicos esperan que el descubrimiento del quark top , obtenido por medio de Tevatrón , les permita aumentar su comprensión a estas preguntas.



“Y todos estudiaron”

“...Fueron ocho, joven, cuatro y cuatro. Y que se muere mi marido. Y ahí me tiene, dándole duro, día a día. ¿Se imagina el gusto ahorita? En la mañana llegamos de Puebla, ya no íbamos a venir porque Fernando, otro de mis hijos, salió tarde de trabajar anoche. Pero lo convencí... Ya me lo había dicho, Kikito , que, fíjese usted, me salió de muy buena cabeza: ora sí, jefecita, le voy a echar todas las ganas; todas... , y yo sí le creí. Si hasta nos vinimos bien de madrugada de la casa, porque pensaba llegar a darle el desayuno...”.

¿Ocho hijos?

...Y yo solita pude. Y todos acabaron su carrera. Todos, joven.



Cuarto para las cinco

Las cinco y media se lee en el despertador. Suena, lo apagas. Otros cinco minutos. Y cinco más. Hasta que...

Es casi total la oscuridad a estas alturas. Fernando Montiel apresura a su esposa, toma del brazo a su madre, corren los tres. Vienen de Tapo. A doña Gloria le preocupa no llegar al desayuno. No llega. Iniciará entonces, al lado de su nuera y su otro hijo, el largo peregrinar atrás de Enrique: una maratón alterna: en taxi cruzan la ciudad, “corre y corre, nosotros también”, para alcanzarlo en el kilómetro 15, en el 27, el 35 y en la meta...”

Cuando el cronómetro de Enrique Montiel se detiene en 2.16.08 horas, y aplausos le celebran, obturadores capturan ansiosos el instante, micrófonos se acercan torpes, entre tropiezos y jalones, y todos le miran como el corredor más veloz de la mañana, él simplemente busca el rostro de su madre, doña Gloria Piña, que le arropa de inmediato. Le protege.



¿Dónde estás?



Y el colmo, al celular: Voy bien, ufff, voy por Viaducto... y me despido porque ya se me acabó la baterí/



Agosto, 2000


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