Crónicas inevitables

Sunday, June 11, 2006

Entre el orgullo y el irrespeto


Cada abanderamiento rumbo a Juegos Olímpicos posee cualidades especiales. "De cuates", el de esta tarde

Pedro Díaz G.


Invadidos de musgo lucen los añosos árboles aquí, en La Hondonada de Los Pinos, entre ardillas, pasto húmedo, un rígido e inflexible sistema de seguridad, y mucha gente, dispuesta a presenciar la ceremonia oficial de abanderamiento en estos bellos jardines bañados por el escaso sol de las dos de la tarde, cuando inicia su discurso el presidente Zedillo y un pequeño grupo de deportistas se nutre de energía, de orgullo. De satisfacción Patria.

Todos atienden.

Guardias del Estado Mayor se disgregan por el escenario entero: lo mismo en los pasillos, hacia arriba, por donde desciende la figura presidencial que camina, solo, aprisa, que por el sendero de Los Presidentes -cuyas estatuas, detalle insólito, tienen grandes manos labradas en bronce--; lo mismo a la entrada que sobre el césped: hombres recios que mascullan frases, trazan estrategias. Se intercomunican. Vigilan.

Suenan irrespetuosos tres teléfonos celulares. Uno a uno, sus dueños los van contestando. Uno a uno se entera todo-mundo de qué están hablando. Nadie atreve un sssshhhhh, que vendría oportuno; algunos, acaso, encendidas miradas de encono.

Respeto. (lat. respectus ). m. veneración, acatamiento, miramiento, fervor, consideración, reverencia, humildad, sumisión, fidelidad, devoción, homenaje, admiración, lealtad.

Todo ello merecen los símbolos patrios. Lo saben quienes, como los deportistas --de blanquísimo uniforme-- guardan hermético silencio cuando inician las palabras del primer mandatario, o llevan mano derecha al pecho ante las primeras notas del Himno Nacional.

Solemne es el momento. No para algunos reporteros gráficos, que, como inquietos ratones, se escudan tras su cámara para cruzar irreverentes los jardines, ante el enojo, representado en quejas, de los celosos vigilantes: "¡Cuando menos espera a que termine el Himno!", recriminan.

De orgullo y sol se bañan los atletas, al frente de un estrado que de pie contiene desde casi media hora antes del arribo presidencial, a los jerarcas del deporte.

Entregará la bandera el presidente. Se orarán los discursos. Los reporteros --apiñados con grabadoras alrededor de bocinas, en el intento por atrapar las palabras que serán La de Ocho Deportiva -- iniciarán un breve recorrido para asirse de las declaraciones, las esperanzas, las promesas...

Antes, deberá ordenar Ernesto Zedillo, de frente y rumbo a la escolta: "¡Rompan filas!" Se distiende el momento.

Surgen las sonrisas. De mano saluda el jefe del Ejecutivo a cada uno. Intercambia bromas. "Es como una reunión de cuates", revelará después Fernando Platas. Y Martín Bermúdez aprovecha: "José López Portillo me prometió una casa; no cumplió..."

Jashia Luna frota las manos y agradece que, en vez de partir directo a la alberca viste bajo el uniforme el traje de baño para la práctica sus autoridades programen hora de comer. Joel Sotelo habla de "buscar ese equilibrio mental que nos permita transformar en triunfos toda esta energía, todo este orgullo”.

...Y prrruuummm: se cae un reportero en la tarima. De aprecios Patrios, de irrespetuosos, de esperanzas olímpicas, de encono y de dignidad se va llenando la tarde, aquí, entre pasto húmedo, ardillas, esperanzas y ex presidentes de grandes manos.


Agosto, 2000









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