Crónicas inevitables

Sunday, May 28, 2006

Voces en la cumbre (II)

Siete voces en la cumbre

Minutos en La Montaña Mágica

PEDRO DIAZ G./II

El Everest.

Se abre en la E el grueso volumen del Larousse. Sus páginas ofrecen conceptos que bien pueden relacionarse con la montaña. "...Eco, edema, edén, egoísmo, ejemplo, emoción,
enemigo, engaño, entrenar, envidia, equilibrio, escalar... Everest!":

"Everest (monte), la montaña más alta del mundo (8,848 m), en el macizo del Himalaya, en la frontera
entre Nepal y el Tíbet. En 1953 el neozelandés‚s Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay
consiguieron llegar a la cima por primera vez".

Tiene el Everest algo de misticismo.

Es montaña mágica.

Posee un encanto divino.

Y si el alpinismo es una expresión más de la creatividad humana, aquellos montañistas que se aventuran
a conquistar cualquier altura tienen siempre como anhelo a la más grande y enigmática de las cumbres
en este globo tres cuartas partes agua llamado Tierra.

Siete, ya, los mexicanos que han debido luchar contra ellos mismos y contra su entorno para llegar con
éxito al Everest.

Nunca ha sido fácil conseguir los avales, los permisos, los papeles que deberían surgir sin problemas
de las dependencias deportivas.

Sí, es verdad, tal como lo cuentan los experimentados escaladores: ahora es más sencillo ascender el
Everest. La logística invade la cumbre: tecnología al servicio del cliente que desee caminar por sus
nevados senderos. Entre 70 y 100 mil dólares, de acuerdo con el tipo de expedición, serán necesarios
para hacer realidad la cima.

Sí, quizá sea más sencillo subir al Everest con la logística.

Pero siempre ser un logro que, a pesar del dinero, debe ser un arduo ejercicio de perseverancia,
fuerza, tenacidad y dedicación no apto para todos los habitantes del Planeta.

El fin es el mismo: sentirse por segundos el Ser humano más elevado en la Tierra.

Tener, el-mundo-a-tus-pies.

"Las nubes se fueron quedando abajo -narra Ricardo Torres Nava- y hacia lo alto del cielo estaba
admirablemente despejado. Miré a Phu Dorje llegar a la cumbre y quitarse la mochila. Yo estaba a dos
metros de ‚l, y mientras esperaba la llegada de Ang Danu, quien se hallaba muy cerca, saqué mi cámara
fotográfica y capté las imágenes de mis dos compañeros, así como las del maravilloso entorno que se
dominaba desde aquella elevada atalaya pétrea. Y cuando Ang Danu estuvo a mi lado, le cedí el paso,
en memoria y homenaje a lo que Edmund Hillary hizo con el sherpa Tenzing Norgay. Así que le dije:
'Adelante, es tu país, tú vas primero...' Momentos después, emocionado, rompí a llorar.

Con gran alegría me di cuenta de que era la primera ascensión de un mexicano; tratando de calmarme
un poco, tomé varias fotografías de mis compañeros y de aquellos soberbios parajes. Antes de pasar
la cámara a Phu Dorje para que me retratara, saqué de mi mochila la bandera de México que me había
regalado Elsa Avila días antes en el Campamento Base".

Los minutos de la euforia. La comunión. La meta cumplida.

"Establecimos comunicación por radio en el Campamento Base. Hasta mí llegaron los gritos de
regocijo de los miembros de nuestra expedición. Bob Reynolds me preguntó qué‚ veía a mi alrededor.
Le respondí que mal tiempo, con mucha nubosidad, y que cuando por momentos se abrían las nubes
veía montañas que me rodeaban. Como insistió en su pregunta le dije que veía a los dos sherpas. Pero
Reynolds reiteró: ¿qué ves a tu alrededor? Entonces reparé en un tanque de oxígeno, seguramente
abandonado por algún montañista en la cumbre. Me preguntó de qué‚ color. Amarillo, respondí. A
través del radio percibí mayor júbilo en mis compañeros del campamento base, que confirmaron con
mis palabras mi ascensión al Everest, puesto que ese tanque amarillo había sido dejado en la cima diez
días antes por uno de los dos alpinistas yugoslavos que hasta ahí llegaron.

"Pude hablar con Carlos Carsolio y su esposa Elsa. Ambos me felicitaron calurosamente. 'Ten mucho
cuidado, manito. Sabemos que lo más difícil es el descenso. Concéntrate muy bien en lo que hagas.
No pierdas en ningún momento esa concentración. Cuídate mucho...' Escasamente habíamos
permanecido en la cima unos quince o veinte minutos".

El descenso. La lucha por la vida.

"Cuando llegué a la Cima Sur la visibilidad era bastante escasa. Para entonces utilizaba unos anteojos
para tormenta que me prestaron los sherpas, bastante viejos y rayados, pero que me protegían los ojos.
Al acercarme Ang Danu no advertí que ante mí estaba la pendiente de la Cima Sur y perdí el paso,
cayendo hacia atrás y rodando pendiente abajo. Cuatro o cinco veces traté de detenerme con el piolet.
Finalmente lo conseguí y cuando me detuve permanecí tirado unos minutos, recuperándome. `Tengo
mucho miedo, Ang Danu, ¿cuántos metros caí?' Me respondió que aproximadamente 30. Volví a
decirle que me daban mucho miedo las dificultades del descenso, y él me contestó que también
experimentaba un gran temor.

"Al caer la tarde llegaron a mi encuentro dos sherpas de nuestra expedición. Me ofrecieron galletas y t‚.
Me dijeron no saber de Phu Dorje y me preguntaron por ‚l. Fue como si una corriente eléctrica me
sacudiera repentinamente. Pensaba que habría llegado ya al Campamento Cuatro. Y el hecho de que no estuviera allí, además de haber encontrado el piolet en la pendiente eran señales inequívocas de que había desaparecido, rodando por uno de los flancos de la montaña.
"...Unos treinta minutos después de mi llegada al Campamento Base vino a mí don Carlos Carsolio, el papá de Carlos. Recuerdo que me dijo: `Ricardo, yo pensé que mi hijo iba a ser el primer mexicano
que escalara el Everest. Pero ni hablar, lo fuiste tú. Creémelo, te felicito de todo corazón'. le agradecí
sus palabras y nos abrazamos. Minutos más tarde llegaron Carlos Carsolio y su esposa Elsa, quien
gritaba alborozada: '­Ricardo, eres grande!' Fue mucho su entusiasmo y su afecto. A mí me agradó y
emocionó la felicitación de Elsa. Luego se aproximó Carlos, y en forma seria pero amistosa, me dijo:
`Ricardo, yo también te felicito, hiciste un buen trabajo; y lo más importante es que tu ascenso fue para
México'...".

Desde lo alto de una montaña, en esa bella cabaña que la familia Carsolio tiene en Villa Alpina, antiguo
observatorio de los Aztecas, Carlos se hace un espacio entre las actividades. Del Everest habla
mientras su esposa le observa desde lejos y un par de pequeñines se regodean entre sus piernas; ‚l los
ve con mirada ahora fraternal.

"El Everest para mí es una montaña que no fue atractiva, porque siempre he sido un alpinista de
dificultad técnica. Lo que más me ha atraído a lo largo de mi carrera es la escalada extrema; lo que es la
verticalidad. Empecé a escalar roca desde los 10 años y me dediqué y después me dediqué a las
paredes en montaña.

"El alpinismo actual es un deporte de estilos, no de cumbres. Una cumbre la puede alcanzar cualquier
persona, si abusa de la tecnología. Tienes el caso de que el Everest: ha sido ascendida por cerca de mil
cien personas, de las cuales hay gente de 60 años y que no había escalado en su vida.

"Llegó un momento en que se me hizo atractivo el Everest y lo que quise fue hacer algo de primer nivel.
Intentamos la ruta más difícil, que es la arista yugoslava, que no tenía segundo ascenso. Y el primero,
los yugoslavos lo hicieron con tanques de oxígeno. Nuestro equipo era muy fuerte internacionalmente;
quería hacer el primer ascenso mundial sin tanque por la ruta más difícil. Lo intentamos, hubo muchas
complicaciones, muchos intentos, problemas de salud y no lo logramos. Yo hice un intento en solitario
que llegué muy alto: a 8 mil 400 metros sobre esa ruta y bueno, por condiciones de la garganta no pude
subir. Al final de la expedición murieron cinco de nuestros compañeros. Una avalancha.

"Volvimos frustrados, dolidos, y yo quería regresar al Everest. Formé una expedición totalmente
mexicana, la primera, únicamente cuatro personas: mi esposa Elsa, mi hermano Alfredo, un amigo,
Enrique Luengo y yo.

"La cumbre. Ese fue momento mágico, fantástico, porque fue sin tanques de oxígeno. Había sido un
gran esfuerzo, más en otoño; la nieve era muy profunda y yo había tenido que abrir huella durante
mucho tiempo, de manera que, si bien no hubo esfuerzo técnico porque no había escalada, que es lo
que a mí me gusta, el esfuerzo físico era muy grande, porque respirar a esas altitudes sin tanques es
muy complejo. La satisfacción fue muy plena. Yo tenía ya mucha experiencia en montañas, había
hecho cumbres mucho más serias que el Everest, pero esa montaña, La Más Alta del Mundo...

"Por esa experiencia que ya tenía me había acostumbrado a ser muy frío y más cuando vas sin
tanques; tiene que ser así porque las emociones, cualquier tipo: positivas o negativas, allá arriba te
agotan. Gastas oxígeno. Y es tan escaso que debes de cuidarlo, el poco que hay en el aire. De tantas
veces que había soñado estar en esa cumbre, me había programado para ser muy frío porque todavía
falta bajar vivo. No. En los últimos metros la emoción era tal que los ojos se me llenaron de lágrimas, y
a la cumbre llegué llorando. Y récord‚ a mis compañeros que habían muerto; todo el esfuerzo que
habíamos hecho, al equipo que me respalda, a mis médicos, mis amigos, mis familiares. Fue un
momento muy intenso.

"Tuve la fortuna de gozar una cumbre limpia; nadie había estado allí en esa temporada, no había una
sola huella, toda la nieve nítida. Y en ese momento estaba con un coreano y dos japoneses y ‚ramos
muy poca gente allá arriba. Nadie más volvió a subir después y entonces la montaña se sentía con una soledad, con una plenitud muy grande. Yo había leído mucho sobre esa cumbre y creo mucho en la filosofía budista, aunque no la practico; de hecho creo mucho en Dios pero no practico ninguna religión en forma; no sigo dogmas. Y en ese momento quise y busqué el monasterio de Pangboche que
es el lugar más sagrado para los sherpas y se veía, se veía desde la cumbre: era un pequeño punto rojo cuatro mil metros más abajo.

"Cuando leí el ascenso de Tenzing, el primer hombre en subir al techo del mundo con Hillary, ‚l
hablaba precisamente de eso mismo: cómo veía el monasterio desde allá arriba. Y le agradecía a la
montaña. Yo viví lo mismo, yo le agradecí al espíritu de la montaña que me permitiera estar ahí, y lo hice en el mismo lenguaje que utilizan los tibetanos. `Estoy agradecido', le dije. Esa es mi relación con el Everest. Así fue. Y traté de dejar la cumbre nítida. Es terrible que alguien deje algo en la cumbre. Es profanarla, es herirla. Hay quien deja banderas, otros, tanques de oxígeno. Eso es un agravio a la montaña. Yo tomo fotos pero me bajo todo lo que llevo. Eso es el alpinismo de punta".

Ciertamente las historias, las vidas de los alpinistas han tomado rumbos distintos; a veces distantes.

Han compartido, pese a todo, metas en común.

Y cuentan, narran, describen y vuelven a vivir en cada palabra las emociones de haber comulgado con El Everest. La Montaña.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home