Crónicas inevitables

Sunday, May 28, 2006

Celia, en noche de muertos



Celia, la más viva en noche de muertos

Casi 10 mil asistentes acudieron al Auditorio Nacional para escuchar el homenaje, por 50 años de vida artística, a la reina de la salsa: Kabah, Yuri, Pedro Fernández, Daniela Romo, y más, en un escenario de música, colores y amistad

Pedro Díaz G.

Celia cantó.
Y ellos la veneraron: Aleks Sintek, hincado y alabándola, besó su mano mientras gritaba "¡Viva Cuba y Viva México!"; Yuri, que cambió vestuario tras las bambalinas del Auditorio Nacional, y con una entonación que unía a Veracruz con Cuba, compartió con la reina al siempre movido Borondongo; a Pedro Fernández el público silbó, eufórico, cuando él la abrazaba al ritmo de Tu voz, una de las mejores piezas escuchadas en este foro donde, también, llegaron para adorar a su majestad en la música, Kabha, Marco Antonio Muñiz, Eduardo Antonio y Daniela Romo. Besos, arropos, mucho ritmo y cualquier tipo de apapachos para la dama de las fastuosas pelucas y sus vestidos señoriales... ¡Azucar!
Ella, Celia Cruz, cantó.
Noche de muertos en las inmediaciones del bosque de Chapultepec. Una ligera llovizna recibió a los asistentes al concierto-homenaje por los 50 años de actividad artística de Celia, esa Negra que tiene tumbao: dos horas de salsa con destellos de reggae y rap.
La Guarachera de Oriente, que arrullaba cuando niña a sus hermanos en La Habana, donde ganó el concurso de talentos "La hora del té", apareció puntual para su fiesta en día de muertos; y a tiempo, como se leía en el boleto de código de barras: 20.30 horas, inició el show: la primera nota de sus 21 músicos acompañantes surgió exacta hacia las butacas para que después ella inundara con su talento de casi ochenta años al público que de inmediato se entregó en esta noche de emociones compartidas.
--Ojalá no me muera ahorita --gritaba ella al micrófono.
--Noooo --le respondían fanáticos de todas edades, a capela.
--¡Carnaval! --surgía el reclamo anónimo.
--¡Tu voz!
--¡Que le den Candela!
--¡Sazón! --solicitaban a distancia sus canciones.
--¿Qué dicen?, ¡no les escucho! --increpó ella--. No importa, ahora viene a cantar conmigo, aunque sea una cancioncita, nada menos que...
Y aparecieron todos, uno a uno; los seis integrantes de Kabah cantando La Pachanga mientras Celia Cruz se movía ligera, acaso trastabillante dentro del dorado vestido al que acompañó, muy poco, una enorme capa en color de oro que hacía exacto equilibrio con su artificial cabello rubio.
No necesita apropiarse de gran parte del escenario la cubana radicada en Miami desde julio de 1960; la otrora profesora de literatura, que trabajó en la radio cubana y en el club nocturno Tropicana, antes de convertirse en vocalista (1950) de la Sonora Matancera: Celia requiere apenas de dos metros cuadrados en la tarima para, con el fuerte y rítmico tono de voz, apropiarse de cada rincón del Auditorio Nacional. La música --por momentos ritmos afrocubanos de bongós y cascabeles--, fluyó sin incertidumbres; llegó. Encantó.
"Te adoramos, Celia", le recordó Pedro Fernández a mitad de concierto, cuando ella, la reina, cambió de ropajes y apareció de pronto enfundada en plumas y sedas color de rosa. "Parece que bajo del cielo acompañado por un ángel", piropeó Sintek, ondulando el cuerpo a ritmo de Caribe.
La señora añora su isla, peleada como está con el régimen de Fidel Castro, y se notó cuando acabó de cantar "Cuando salí de Cuba dejé mi vida dejé mi amor; cuando salí de Cuba dejé enterrado mi corazón..." y comentó, mirando al cielo: "Seguiré rogando por mi Cuba, por los míos".
Dos horas después finalizó el concierto en noche de muertos con una voz más verdaderamente viva: la de Celia Cruz, quien, acompañada por sus invitados --salvo Yuri, que partió antes-- se despidió con La vida es un Carnaval, no antes sin haber agradecido a todos su presencia mientras la orquesta tocaba el Guantanamera y casi diez mil personas movíanse en sus asientos.
Fin del homenaje a la Negra de la música, dueña, también, de la amistad.
Pero antes, su voz, que advirtió, mientras todos repetían:
"Soy una mujer sincera, de donde creeeeeece la palma; y antes de morir yo quiero, cantar mis versos del alma".
Guan-ta-na-me-ra.
Guajira...

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