Crónicas inevitables

Tuesday, June 13, 2006

Circular Quay, inicio, punto de partida



Monarcas y asesinos; barcos, lores, siervos y bahías. Victoria, Napoléon, Jorge III; nubes blancas...

En el mundo sólo quedarán 5 reyes: los de las cartas y el de Inglaterra
(Rey Faruk de Egipto al ser destronado en 1952)

Pedro Díaz G. /Enviado

Sydney.- La crónica de Sydney y su historia. Su presente y su pasado. Sus detalles: se recomienda llevar ropa ligera y calzado cómodo; prendas de abrigo para las noches frescas. Será importante también tomar las precauciones necesarias para protegerse del sol.
¿Y entonces?
Hace calor. Las nubes, altas, blanquísimas, se escarpan imposibles envueltas en este cielo que a la tarde colorea en espléndidos naranjas anunciando: la oscuridad ya llega.
Sydney, capital de Nueva Gales del Sur.
Se ven lejanas sus estrellas. Unas cuantas.

* * * * *

El 26 de enero de 1788 el capitán británico Arturth Phillipe y mil 30 condenados a prisión, llegaron a Sydney Cove. Crepúsculos más tarde, proclamaron a esta tierra nueva colonia del reino de Inglaterra. La nombraron New South Wales. Cinco años después arribaron los primeros colonos, y, en 1810, su primer gobernador: Lachlan Macquarie.
Nuevas colonias fueron fundadas, incluyendo Sydney. Llamada así por Lord Thomas Townshend Sydney.
Juegan con un freezby, entre la gente, triangulándose los pases, unos jóvenes aussees, cuyo disco volador planea en intermitentes luces de colores. Caminan con prisa los turistas, en el afán de apoderarse cada trozo de belleza en esta ciudad olímpica.
Thomas Towshend, barón Sydney de Chiselhurst.
Uno de los más honorables lores de la Reina Victoria, Thomas Thowshend fue secretario de estado, presidente de la comisión para el control de asuntos en el Este de la India, comisionado de comercio y gobernador de la Casa de Estatutos. Fue nombrado barón Sydney de Chiselhurst por el Rey Jorge III, en 1783: el rey loco. Jorge III no toleraba que sus cortesanos tomasen asiento mientras él y su familia escuchaban música de Handel en larguísimas sesiones. El monarca disponía a su antojo del tiempo de sus súbditos y no aceptaba que ninguno de ellos lo mirara directamente a los ojos.
Pero viajemos hacia atrás, mientras... más allá, un anciano de barba entrecana da de comer un excelente pulpo a las gaviotas. ¿Es acaso millonario? No viste como tal...
Viajemos en el tiempo. A la época victoriana. ¿Le parece? Victoria, cuando sólo tenía 18 años, tomó inesperadamente el trono de Inglaterra. Su personalidad le confirió un gran prestigio que no mermó durante los más de sesenta años que detentó el poder. La dinastía de los Hannover se mantenía entronada en Inglaterra desde 1714. Con el rey Jorge III, que había vencido a Napoleón, la sucesión estaba asegurada: tuvieron quince hijos. De ellos, el duque Kent, ya en edad avanzada, se casó por intereses de Estado con María Luisa de Sajonia-Coburgo, una joven viuda. De ese matrimonio nació otra, la segunda Victoria. Tras una infancia solitaria y poco feliz, la reina trató de olvidar su melancolía con una ajetreada vida pública. Sin embargo, al subir al regio asiento de altas dignidades, tuvo la fortuna de conocer a su primo Alberto de Sajonia-Coburgo, con quien finalmente se casó en 1840. Fue él quien influyó positivamente su personalidad, y su madre Victoria, de hecho, se encargó sobre todo de infundir en la joven el sentido de la responsabilidad como reina y guía de Inglaterra. La descendencia de esta unión también quedó bien asegurada: tuvieron 9 hijos y 35 nietos.

* * * * *
Darling Harbour, una de sus varias bahías, antes bastante marginal por lo del barrio chino, ahora reluce con un inevitable jardín chino devorado por ríos y cascadas artificiales, o por fuentes de láser que se mueven al compás de La Traviata. Hay de todo. No hay quien asimile otro espacio temático-recreativo más, imax, acuario, un pabellón de juegos Sega, grande como una catedral... Tiendas, pubs.
Entre sus herederos hubo un emperador de Alemania, una zarina de Rusia, una reina de Grecia, de Noruega, Rumania y España. Incluso, la siguiente generación estuvo presente en los tronos de Dinamarca, Suecia y Yugoslavia. Así, a finales del siglo XIX y principios del XX, casi toda Europa estaba en manos de sus descendientes, razón por la cual la llamaron la abuela de Europa.
Pero volvamos a su vida. La reina, convencida de su papel de representante de una gran nación, se apoyó en la política de los conservadores, quienes querían mantener la imagen de una Inglaterra fuerte. Fue así como en 1770 apoyó la política expansionista en Asia, contuvo las pretensiones expansionistas de Rusia y logró elevar el nivel de vida de las clases desheredadas. Gracias a sus colaboradores -entre elllos, por supuesto, nuestro hombre Thomas Thowshend-- y a pesar de su personalidad austera, Victoria se convirtió en una reina ilustrada.
Enviaron hacia acá al capitán Arturh Phillipe, con un barco lleno de criminales.
Inicaba entonces la época victoriana.
Han pintado barcos y limpiado rascacielos. Hasta el agua de las fuentes es rastrillada hoja a hoja para que no queden impurezas. Respecto a los transportes públicos, cruza al centro un monorriel elevado. Por la calle Pitts se ven más móviles (teléfonos celulares) que caras. Nadie fuma, esperan la luz verde en los semáforos, y fluyen en mangas de camisa, y corbata.
Dos factores contribuyeron a nombrar así su reinado: por una parte, su personalidad, y por otra, la situación objetiva que le tocó vivir: el proceso de industrialización. La Inglaterra rural se convertía definitivamente en una nación que proyectaba en Europa una imagen de estabilidad y bienestar económico. El capitalismo, por otro lado, necesitaba una clase sin acceso a tierras de cultivo - una clase potencialmente aun mas pobre que los siervos--. Nuevas leyes impusieron la pobreza. En Inglaterra, los siervos fueron expulsados de sus pequeñas parcelas, robados de su subsistencia. Durante el régimen del Rey Jorge III, hubieron 3,554 "Actos de Encerramiento," por los cuales 5.5 millones de hectáreas de tierra sierva fueron legalmente entregadas a los lores. Como resultado, masas de gente tuvieron que depender del trabajo asalariado.
Qué hacer en este panorama, con los malos. Los prisioneros ingleses fueron embarcados. Muchos convictos, incluyendo pecadores y criminales, hacia Australia. Su destino, laborar en brutales condiciones para la construcción de caminos y edificios.
Algunas reminiscencias quedan de esta zona -la primera prisión, barracas, tiendas y hospital-- que fue hábitat de la arquitectura de los presos, en The Rocks, por donde once chicos echan carreras en sus patinetas, vehículo de moda.
“Sydney se ha convertido de precario penal, en una lozana, respetable ciudad”, la definía la Enciclopedia Británica, a principios del Siglo XIX.
El reinado de la última Victoria, quien murió en 1901, fue el período de transformación más largo de la sociedad inglesa

* * * * *

De los apuntes de un viajero: Charles Robin Darwin. 12 de enero de 1836:
Un viento favorable nos empuja casi al rayar el día a la entrada del Puerto Jackson. En lugar de ver un país verdegueante y cubierto de
casas hermosas, acantilados amarillentos que se extienden hasta donde alcanza la vista, nos recuerdan las costas de Patagonia. Un faro solitario construido con piedras blancas es lo único que nos indica que nos acercamos a una ciudad populosa. Entramos en el puerto que nos parece grande y espacioso: está cerrado por acantilados de gres estratificado horizontalmente. El país, casi llano, está cubierto de árboles miserables: todo indica la esterilidad. A medida que avanzamos va, sin embargo, mejorando; comienzan a verse algunos hoteles hermosos, algunas fincas bonitas a orillas del mar. Más lejos todavía, casas de piedra de dos y tres pisos y molinos de viento, al extremo de un promontorio nos indican la proximidad de la capital de Australia. El puerto de Sydney. Allí encontramos muchos y muy hermosos buques; todo la bahia rodeada de almacenes. Por la tarde doy el primer paseo por la población y vuelvo admiradísimo de lo que he visto.
Esto es, a no dudarlo, una de las pruebas más admirables del poder de la nación inglesa. En unos cuantos años, y en un país que ofrecía menos recursos que Sudamérica, se ha hecho aquí mil veces más de lo que allí abajo han hecho en siglos. Mi primer sentimiento es felicitarme de ser inglés.

* * * *

Por el año 1819, veinte seis mil personas vivían en New South Wales, incluyendo diez mil condenados; pero en 1840 la transportación de prisioneros fue abolida. Dos años después, Sydney se hizo una ciudad, oficialmente. En 1851 ocurrió la fiebre por el oro y la población incrementó a 300,000 habitantes. NSW celebró su prosperidad en 1888 con la dedicación del Centennial Park.
Durante los siguientes tres decenios, se unió a otros estados y formaron el Commonwealth de Australia, y después de la Primera Guerra Mundial un millón de personas vivían en Sydney. Cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, el gobierno empezó un proyecto industrial e importó inmigrantes europeos para trabajar.
Sentados, a la orilla de un café italiano, saborear con los pies hacia el océano, un pastelillo, un buen café, justo debajo de La Opera, donde todo comenzó: “Hemos llegado al mitad de un caluroso mediodía”, escribió el capitán Arturth Phillips, que con sus 1030 convictos prisioneros arribó, justo, a Circular Quay.
En los setenta y ochenta la ciudad se extendió y la población se incrementó a cuatro millones de habitantes.
En 1993, Juan Antonio Samaranch anunció que "Syd-er-ney" sería la capital del deporte Olímpico. Y aquí seguimos todos, maravillados con todo lo que vemos. Compartimos.
Sydney 2000, donde entre un cielo de espléndidos naranjas, nubes altas, blanquísimas, escarpan imposibles.

Septiembre, 2000

0 Comments:

Post a Comment

<< Home